Queridos fieles diocesanos:
1. El día 19 de este mes de marzo, Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María, celebramos el DÍA DEL SEMINARIO aunque, por ser día laborable, se traslada al Domingo día 22.
Animo a los sacerdotes para que organicen entre ambas fechas, en todas las Iglesias abiertas al culto incluidas las de religiosos y religiosas, un triduo para orar por las vocaciones sacerdotales y ofrecer a los fieles la oportunidad de prestar su ayuda material a favor de los Seminarios diocesanos.
Dios no se cierra nunca a la oración insistente y confiada de su pueblo, aunque no veamos de inmediato sus frutos. Que llegue hasta la presencia del Señor este clamor, desde todos los rincones de la Iglesia diocesana. Sabemos que estas vocaciones vienen de Dios, no las producen los hombres, y son fruto, sobre todo, del amor eucarístico.
2. Pero no es suficiente la oración y apoyo económico. Hemos de procurar acercar a los adolescentes y jóvenes el alcance de esta vocación tan noble y sublime, desde las familias, parroquias y colegios fundamentalmente.
El lema para la jornada de este años es: “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ?”. Es una frase de Santa Teresa de Jesús, a quien estamos invocando y haciendo presente en el V Centenario de su nacimiento. Muy devota de San José puso bajo su custodia e intercesión toda su obra fundacional del Carmelo Descalzo.
“Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?”, le decía al Señor una y otra vez. Es la oración que, con estas u otras palabras repite también quien camina hacia el sacerdocio. Y, ¿qué quiere el Señor del seminarista?: “Todo su ser”, “toda su haber y su poseer” como decía san Ignacio de Loyola.
3. Seguir a Jesús, decidirse por Él, supone siempre una historia personal de amistad en la que el adolescente y el joven va progresando, desde el Seminario, en su conocimiento. Va sintiendo en su corazón y formando parte de su ser una intimidad y amistad tan sólidas con Jesucristo, que relativiza lo que el mundo le ofrece o pueda ofrecerle.
El seminarista, con la ayuda del Espíritu y formadores, va conociendo el misterio del amor de Dios por nosotros desde su Hijo Jesucristo, y, con una generosidad sin límites, responde a la invitación que atraviesa el tiempo: SÍGUEME. Y, dejándolo todo, responde: AQUÍ ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD. El mismo amor humano lo supedita a esta amistad que se engrandece y hace fecunda a favor ya de las comunidades y fieles que un día la Iglesia les va a encomendar.
Los sacerdotes, consagrados y consagradas, serán siempre una referencia decisiva en la respuesta a estas llamadas. El ejemplo en la entrega de quienes antes dieron su “SÍ” al Señor y el apoyo y comprensión de sus familias y comunidades determinan, en no pocos casos, el inicio y maduración de estas vocaciones. Necesitamos menos lamentos y más ejemplos de santidad sacerdotal. Ahí radica una de las claves.
4. Agradecemos al Dueño de la mies su llamada a los diez jóvenes del Seminario Mayor, a los tres adolescentes del Seminario Menor y externos en familia, así como al numeroso grupo del Centro vocacional “Manuel Aranda”.
Hemos de destacar, asimismo, la entrega callada y apoyo durante todos los días del año, de los formadores y profesores de estos jóvenes, del Delegado diocesano de vocaciones y grupo de colaboradores, la oración de nuestros Monasterios, de los Sacerdotes, Parroquias, familias y otros grupos de fieles, en su favor.
Gracias por las oraciones y ayuda de incontables fieles diocesanos a favor de nuestros Seminarios. Sembremos todos con generosidad y esperanza la semilla vocacional. Que el Patriarca San José y el Beato Manuel Aranda, Seminarista mártir, intercedan a favor de nuevas vocaciones sacerdotales para esta Iglesia de Jaén.
Con mi saludo agradecido.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
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