El Sr. Obispo de
Jaén, D. Amadeo Rodríguez Magro, ha presidido el acto de toma de posesión de D.
Juan Francisco Ortiz y D. Juan Carlos Córdoba como nuevo Rector y Vicerrector,
respectivamente, del Seminario Mayor de la Inmaculada y San Eufrasio y el Seminario
Menor San Juan de Ávila.
Los
nuevos Rector y Vicerrector han asumido sus funciones en un acto celebrado en
el Obispado de Jaén en el que han estado presentes, además, el Sr. Vicario
General, el Sr. Vicario de Pastoral, el Sr. Canciller-Secretario del Obispado,
los Directores Espirituales del Seminario, así como los miembros de la curia
diocesana.
Tras el juramento del cargo D.
Juan Francisco quiso agradecer la confianza depositada en él y en todo el
equipo de los Seminarios. “Gracias al Sr. Obispo por la confianza depositada
en nosotros y en este equipo. Uno es consciente desde el principio de que no
soy digo, como Jeremías «Señor, si solo soy un muchacho y no sé hablar». Soy
consciente de mis limitaciones, de mi fragilidad humana, pero también creo que
el Señor está detrás de todo esto. Creo que si el Señor ha permitido que
D. Amadeo haga esta elección es porque algo quiere. Y siempre he dicho que sí y
siempre quiero seguir diciendo que sí”
“Sé
que esta tarea es de una responsabilidad muy delicada, que exige de nosotros
toda la prudencia, toda la sensatez del mundo, pero también la valentía, de la
que siempre seremos capaces gracias a la gracia de Dios. Creo que si tengo algo
especial que puedo aportar desde luego es ilusión y alegría. No soy santo, ni
estoy cerca serlo, pero tengo ganas de serlo. Pero desde luego sé también que
no me falta ilusión, ilusión por ser cura, ilusión por responder a lo que Dios
me pide en cada momento, por tanto responder a esta llamada concreta que ahora
pone en mi vida. Y tampoco me falta la alegría. Puedo transmitir que ser cura
es una alegría y que se puede ser muy feliz siendo cura y que se puede renovar
la ilusión por muchos años que pasen”, continuaba.
Por su parte, el Sr. Obispo
quiso agradecer a ambos su disponibilidad, algo que calificó de imprescindible. “Quiero
agradecer a estos dos sacerdotes jóvenes su respuesta. La vida de un sacerdote
siempre es modificable y ya sabéis quien es el que modifica el ritmo y el rumbo
de la vida de un sacerdote. Un sacerdote no se busca nunca a sí mismo, ni busca
nunca ni cargos, ni honores, ni poderes… si no que un sacerdote siempre está
disponible. Que se note siempre la disponibilidad, es imprescindible, pertenece
a nuestra propia vida, porque nosotros estamos siempre para servir al pueblo de
Dios. Nuestra misión específica es el servicio al pueblo de Dios y para
servirlo en la Iglesia, y, en este caso, para servirlo en la Iglesia Diocesana
en aquello que se nos encomienda”.
“Es
cierto que esto siempre suena a un cierto honor ser elegido para un cargo de
esta responsabilidad, como es sacar adelante la vida del Seminario y, también,
la promoción y la animación de las vocaciones sacerdotales en la diócesis.
Pero, son cosas que nunca debemos hacer solos y aislados. Esto siempre hay que
hacerlo en comunión con la Iglesia diocesana. En comunión con el Obispo,
evidentemente, esa comunión es absolutamente imprescindible, porque es el
animador y el motor de la vida de la Iglesia diocesana, y la hace con todos y
entre todos. Pero, también, en comunión con la Iglesia diocesana. Es decir, que
el Seminario sea vuestro hogar y el del grupo de jóvenes que vais a tener este
año con vosotros y los años sucesivos, pero que también sea la casa común de
todos, y de un modo muy especial, la casa común de los sacerdotes”.
Finalmente, D. Amadeo hizo
hincapié en la importancia de la santidad. “Nosotros en el Seminario tenemos que tener el
punto de mira en el modelo educativo fundamental. Tenemos que ayudarles a
crecer en el corazón de Cristo, Cristo Buen Pastor. La Iglesia en el presente y
en el futuro necesita sacerdotes santos. Somos un espejo para el mundo, somos
punto de referencia permanente. Entonces, es absolutamente imprescindible para
evangelizar, en este momento histórico en el que estamos viviendo, que nosotros
seamos santos, porque o somos santos o esto no funciona. Por tanto, esa
responsabilidad de buscar siempre, de acompañar el crecimiento de sacerdotes
maduros humanamente, es fundamental. Maduros humanamente, pero con una profunda
espiritualidad, con una profunda formación, con un sentido pastoral profundo y
misionero, de salida”.
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