Durante
los días trascurridos del 1 al 9 de agosto, algunos seminaristas pudimos tener
la maravillosa experiencia de ayudar a tener unas buenas vacaciones a un grupo
de hermanos que, por su situación de enfermedad, no les es posible si no es de
esta manera. Junto con nosotros estaban también algunos voluntarios y dos
religiosas que entregaron generosamente su tiempo de descanso para estar con
estos chicos, de los cuales nos llevamos más de lo que dimos. Es una
experiencia que te marca muy profundamente, porque es encuentro íntimo con el
Señor Jesús, que se manifestaba en cada uno de los muchachos que atendíamos, y
que quizá sea lo mejor que hemos hecho en este verano, darnos a los hermanos
más necesitados. Muchos de ellos no se podían valer por sí mismos, y
necesitaban nuestra ayuda prácticamente para todo, pero en sus rostros no se
reflejaba inferioridad ni tristeza por su situación, sino todo lo contrario, era
una alegría inmensa y agradecimiento que no hay palabras para poder
describirlos.
Eran muchas las tareas que allí pudimos realizar: ayudarles con
el aseo, la comida, a meterse en el mar para un refrescante baño, a subir a la
capilla para celebrar la Eucaristía, ratos de paseo y otros tanto de parchís,
las medicinas… Algunas suponían un gran trabajo con su respectivo cansancio
físico, pero todo ello mereció la pena porque estábamos ayudando al mismo Señor
a sanarse en estos chicos, a la par que también se limaban en nosotros actitudes
cotidianas como el egoísmo o la comodidad propia y entregar todo lo que
teníamos, a nosotros mismos.
Estoy
muy agradecido de poder haber tenido esta experiencia, por haber podido
encontrarme con el Señor en estos hermanos nuestros y, a pesar del cansancio
acumulado de varios días de intenso trabajo, solo me viene a la cabeza las
palabras del Señor en el evangelio de Mateo: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, …
estuve desnudo y me vestisteis” (Mt 25, 35-36). Animo a todos a participar
de esta experiencia de voluntariado, porque hacen falta muchos voluntarios para
este tipo de actividades. Ayudamos a nuestros hermanos que más lo necesitan y
que a nadie deja indiferente, ya que es más el amor que recibes que el que das.
José Manuel Espejo Martínez
Seminarista de Jaén